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domingo, 27 de abril de 2014

Romanticismo musical: música sentimental y cargada de significado. Los precursores


  • Panorama político y social. La revolución francesa
  • El sonido romántico es sentimental. La música romántica es siempre música con “significado”
  • Las contradicciones del romanticismo
  • El Virtuosismo (Paganini)  y la interpretación de los románticos
  • Los Precursores del romanticismo: Hoffman, Clementi, John Field, Spohr, Hummel


 

La Revolución francesa y las guerras napoleónicas tuvieron una profunda repercusión sobre la evolución de los estados occidentales, y en especial en Alemania,  tanto desde el punto de vista político, como del filosófico y artístico; la sacudida alcanzó también a la música. Se desencadena el individualismo del hombre, pero también el de los pueblos a través del nacionalismo. El siglo XIX presencia además el gran ascenso hacia la unidad nacional alemana, hacia la realización del orgullo alemán; quedan muy lejos ya las preocupaciones cosmopolitas del preclasicismo. La Revolución Francesa ha lanzado las ideas pero la dominación napoleónica ha dado razones para realizarlas. Prusia será el centro de resistencia y de realismo. En la Viena de Beethoven y de Schubert, el ambiente es algo diferente. Viena, es la central cosmopolita de la aristocracia europea. Viena no odia a Bonaparte, pero si a Napoleón. Beethoven quería dedicar su Tercera Sinfonía a Bonaparte, y a los ideales de la revolución,  pero la rompe la dedicatoria  cuando se autonombra Napoleón emperador.  

En Francia, la Revolución francesa de 1789 que pone fin al antiguo régimen, hereda del clasicismo el gusto por la Antigüedad e intenta crear un arte popular. Se trata de exaltar los sentimientos patrióticos de las masas en las ceremonias cívicas. Gran parte de la música de este periodo está constituida por himnos revolucionarios o cantos heroicos que celebran los acontecimientos: La Marsellesa de Rouget de Lisle.

En este periodo de transición, bisagra entre el clasicismo y el romanticismo el arte dramático conoce un desarrollo sin precedentes. Numerosas salas de teatro abren sus puertas en Paris y representan obras de circunstancia sin originalidad. Entretanto surgirán jóvenes músicos que se vuelven sobre todo hacia la ópera cómica con que sustituye poco a poco a la ópera.

Cuando murieron Beethoven 1827  y Schubert 1828, las fuerzas desencadenadas por la revolución Francesa primero y  la  industrial después  estaban transformando Europa. Las redes ferroviarias comenzaban a transportar personas y mercaderías con inaudita velocidad. Una nueva clase de ciudadano, el burgués industrial, comenzaba a amasar enormes riquezas. La ciencia y la medicina progresaban a saltos. Los poetas se distanciaban de los pareados, los alejandrinos y los hexámetros, y estaban escribiendo un nuevo tipo de verso, intensamente personal y lirico. En el aire flotaban actitudes nuevas frente a la vida, la religión, la economía y la política. En el arte todos hablaban del romanticismo. Afloraba la vida moderna.

La música reflejaba la nueva era. Los músicos ampliaban todavía más las ideas formuladas por Beethoven. En Francia Héctor Berlioz soñaba con una orquesta de 467 ejecutantes.

A medida que las orquestas se ampliaron y que la música adquirió formas más complicadas. Se acentuó la necesidad de contar con una fuerza se control, un hombre que asumiera toda la responsabilidad de interpretar una sinfonía de Beethoven, apareciendo así hacia 1820 la figura del director de orquesta.

El sonido romántico es sentimental. La música romántica es siempre música con “significado”

Con el romanticismo llegó el florecimiento del ego, la búsqueda de un tipo más intenso de expresión personal, el ideal del arte por el arte. Mucho se ha escrito sobre el romanticismo y el tema a veces se desdibuja, pero los perfiles están claros: el contenido es más importante que la forma clásica; Se produce como hemos visto  la alianza de la literatura con las artes restantes; Se despierta y cultiva el interés por lo sobrenatural; Es constante  la experimentación de nuevas formas, colores, texturas. En el lapso de una década 1830 a 1840, cambió todo el vocabulario armónico de la música. Los compositores estaban usando acordes de séptima, novena e incluso undécima y una armonía cromática contrapuesta a la armonía diatónica clásica.

Muchas cosas se incorporaron a la música con los románticos. Apareció el sentimentalismo. Se afirmó sólidamente el nacionalismo, primero con Chopin y sus mazurcas y polonesas, después con Liszt y sus rapsodias húngaras y más tarde de forma genuina y autentica  con los nacionalistas bohemios y rusos.

La ópera a lo largo del siglo también cambió, y las obras basadas primero en las formulas del Bel Canto dieron paso a los grandes espectáculos de Meyerbeer, al melodrama robusto de Verdi y al drama musical de Wagner.

Los románticos se complacían en las combinaciones tonales desudadas, los acordes refinados y una serie de disonancias que parecían dolorosas a las mentes contemporáneas más convencionales. Chopin no vacilaba en utilizar novenas menores.

La música romántica tenía su propio sonido, un sonido rico, sensual y colorido y este constituye probablemente, el aspecto individual más importante del periodo. La música romántica es música no abstracta. Es posible que el compositor se ajustase a un programa específico en su música, como hacían a menudo Berlioz y Liszt. O con más frecuencia sucedía que el programa estaba allí, pero no se lo especificaba. En la época idealista de la música romántica, uno de los juegos favoritos era deducir los programas implícitos de la música. Ninguna obra estaba eximida de esta interpretación, y las mentes musicales más refinadas de la época interpretaban las cosas más increíbles en una partitura.

Schumann siempre estaba interpretando los significados de la música. “Cuanto más especial es una obra, más imágenes individuales vuelca sobre el oyente, y más perdurará en el curso del tiempo. Tales rasgos especiales son particularmente visibles en Beethoven y Schubert.”

Wagner asimismo, interpretaba la música, y lo hacía de un modo portentoso. A juicio de Wagner, la Heroica constituía un dialogo entre el hombre y la mujer, que culminaba en el poder abrumador del amor.

Este género de reconstrucción era usual durante el siglo XIX, y solo cuando una época ulterior aportó una visión más objetiva sobrevino un cambio. Toscanini formuló su propio comentario acerca de la Heroica y rechazó desdeñosamente el enfoque de los románticos: “Algunos dicen que esto es Napoleón, otros que Hitler otros que Mussolini, ¡ Bah! Para mi es, sencillamente, allegro con brío.”  Hoy casi todos adoptarían el punto de vista de Toscanini.

Las contradicciones del romanticismo

Pero el romanticismo musical está hecho, vive y se alimenta de contradicciones que los teóricos de la época no siempre vieron. “Schelegel que fue uno de los jefes de lo que se ha llamado “el romanticismo de Jena”, pretendía que la ruptura entre el siglo XVIII y el XIX es completa, que este es un periodo preparatorio de la nueva era y que el romanticismo debía hallar su expansión y realización en el siglo XX. Esta negación del pasado que algunos teóricos románticos han llevado a la categoría de dogma y que por otra parte, ha sido igualmente sostenida por músicos como Wagner y Berlioz, es una idea en modo alguno compartida por otros románticos de autenticidad indiscutible como Schumann o Brahms.

Pero esta no es más que una primera contradicción. Pensemos ahora en el orden de Mendelssohn o en la fiebre de Schumann; ¡¡ Pero ambos son románticos!! Y ambos invocan el testimonio de Beethoven.

En el terreno del lenguaje musical, pensemos ahora en la subjetividad innovadora de Wagner y en la objetividad conservadora de Schubert, Schumann o Brahms. Y si pensamos también en el terreno de la música de cámara, el romanticismo llevó la música “pura” a su cumbre más alta, pero contradictoriamente también el romanticismo fue el campeón desatado de la música programática, pero también  de la  gran ópera!! Pensemos finalmente, que el romanticismo (aun en el seno de la obra Beethoviana) ofrece el gusto por el esplendor, el brillo y la gran forma pero también el gusto por lo íntimo, lo secreto y por el silencio del alba y de la noche.

El romanticismo musical, en especial a través del piano  camina entre dos grandes ambiciones. Por una parte, los románticos desean cultivar la gran forma, la forma sonata dotándola eso sí de nuevos medios expresivos y de la grandeza aprendida junto a la gran orquesta. Pero por otra parte la búsqueda del intimismo. El cultivo de la forma grande aparece en los románticos como una lucha dolorosa, porque la inspiración de ellos solo encuentra cauce sin trabas cuando se trata de contar efusiones intimas, confesiones que difícilmente se pliegan al juego de la forma sonata.

El Virtuosismo y la interpretación de los románticos.

La tecnología mejoró no solo los instrumentos de la orquesta sino también el piano. Se deseaba hacer en el piano el equivalente de lo que Paganini hacía con el violín.

Paganini (1782-1840). Inspiró a todos los instrumentistas y a la composición instrumental del movimiento romántico. Fue el primero de los archivirtuosos, y quizás haya sido el más grande de los violinistas de todos los tiempos. Había un toque de satanismo en este italiano alto moreno y demacrado que podía hacer cosas inauditas con su Guarnerius. Los músicos y el público acudían en tropel a sus conciertos para ver a Paganini y averiguar que clase de trato había hecho con el Demonio. Uno de sus trucos consistía en romper una cuerda en medio de la actuación y continuar hasta el final solo con tres cuerdas.

No existía un solo instrumentista profesional que, a su modo, no  intentase repetir el influjo de Paganini sobre el público. Liszt y Schumann compusieron variaciones sobre el famoso vigésimo cuarto capricho de Paganini. Más tarde Brahms y Rachmaninov y otros usaron este capricho como base de obras más amplias para piano.

Giuseppe Tartini (1692-1770) se había anticipado en cierto modo a Paganini, componiendo una obra satánicamente difícil titulada el Trino del Diablo. Los grandes castrados también eran ídolos de su época.

La tradición de Paganini se prolongó en Liszt, y esos dos vigorosos instrumentistas contribuyeron a convertir el siglo XIX en un periodo marcado por el virtuosismo.

En toda Europa estaban construyéndose salas de concierto para atender la demanda. Se fundaron asociaciones musicales y se crearon orquestas permanentes. En las Casas de ópera, Rossini, Bellini y Donizetti que comenzaron a trabajar poco después de principios de siglo, componían música cuyo eje era el bel canto.

Como ocurría antes, durante la primera mitad del siglo XIX  los grandes instrumentistas resultaron también ser grandes compositores. Weber, Mendelssohn, Chopin y Liszt, fueron los cuatro pianistas más grandes de su tiempo. Pero durante el siglo XIX, con la aparición del especialista virtuoso, la música de un compositor comenzó a separarse y concebirse a través de la visión de una mente distinta. Si bien esto suscitó problemas de concepto en la interpretación, lo cierto es que en conjunto los compositores, se mostraron en relación a la interpretación de su propia música más tolerantes de lo que muchos músicos modernos.

La Interpretación de los románticos

La relación del romanticismo con el siglo XX  tardío es complicada. Gran parte del repertorio actual es romántico o romántico tardío, y parece un artículo de fe el hecho de que los músicos comprendan este tipo de música, pero están menos equipados para afrontar este repertorio que el repertorio clásico o barroco. Parece irónico, pero así son las cosas. En la actualidad todos los músicos cultos saben bastante acerca de la práctica de la ejecución en tiempos de Mozart, pero la tradición de Liszt prácticamente ha desaparecido. No se ha escrito nada acerca de la práctica de la ejecución de los románticos pues la mayor parte de la investigación musicológica se centra en los problemas  de la música temprana. Y los músicos del segundo tercio del Siglo XX se formaron en una era antirromantica, durante la cual las tradiciones del romanticismo eran sospechosas.

Los compositores románticos, no se oponían a la manipulación discreta de la partitura, que por cierto no era sacrosanta. Por lo que puede saberse, los mejores músicos nunca incorporaron modificaciones anárquicas, pero ni uno solo se abstenía de modificar o reformar un pasaje para obtener un efecto óptimo o esbozar un gesto grandioso. Procedían así simplemente porque creían sinceramente que correspondía al espíritu del sentido de la música. En resumen, los románticos abordaron la música con una libertad prohibida cien años después.

Esta actitud ante la música, libre y literaria explica lógicamente que toda la música prerromántica fuese “mal interpretada” durante el siglo XIX, y sobre todo en el periodo inicial del romanticismo. Los románticos de los primeros tiempos tendían a verlo todo de acuerdo con su propia imagen. Nos les preocupaba la erudición, y no existía la musicología como disciplina. Cuando Mendelssohn, en 1829, exhumó la Pasión Según San Mateo, la abrevió, la revisó y orquestó y en algunas secciones la compuso nuevamente. Wagner volvió a orquestar a Gluck y Liszt  “mejoró” la música para piano de Schubert. Creían sinceramente que de ese modo les rendían homenaje. Como dijo Wagner al modificar obras de Beethoven “nunca llevé mi devoción hasta el extremo de aceptar sus indicaciones de un modo absolutamente literal”

Los Precursores del romanticismo

Todo este movimiento musical romántico sucedió en un lapso de veinticinco años, y comenzó con el primer grupo de los románticos, nacidos todos con cinco años de diferencia entre uno y otro: Mendelsshon en 1809, Chopin y Schumann en 1810, Liszt en 1811, Wagner y Verdi en 1813.

Pero en la música, como en la vida, nada nace formado por completo. Todo tiene sus predecesores, y el periodo romántico cuenta con algunos precursores importantes e interesantes.  

La historia tiende a juzgar un periodo por sus figuras más sobresalientes, pero en cada etapa la mayoría de la gente se siente incómoda en presencia de la grandeza y se agrupa alrededor de figuras de menor jerarquía que pueden satisfacer sus necesidades poco refinadas. Por ejemplo, durante la década de 1830 el amante de la música habría dicho que Beethoven, Mozart, Hummel eran los tres compositores más grandes, pero al mismo tiempo se habría sentido más cómodo con la música de autores desconocidos hoy, pero que eran ejecutados con mayor frecuencia, y que eran las figuras comerciales del periodo.

Trataremos ahora de los “olvidados” hoy, pero muy queridos en su época y dejaremos para capítulo aparte a ese grandioso y genial precursor que fue Ludwig Van Beethoven, resumen del clasicismo y aurora del romanticismo

Hoffman (1776-1822) una leyenda a los ojos de los románticos alemanes, y especialmente de Schumann. Hoffman, hombre polifacético, mucho antes de que los románticos de la música aparecieran en la escena estaba escribiendo acerca del romanticismo. Para el la música es la más romántica de las artes y ya lo decía en 1813. En sus escritos hay muchas observaciones acerca “del distante dominio espiritual de los sonidos, el realismo ignoto, el mundo espiritual del infinito, lo monstruoso y lo inconmensurable, de las danzas eternas de las esferas, el inacabable anhelo, la jubilosa canción, el ser interior.”

Clementi (1752-1832) pianista y compositor que inauguró la técnica moderna del piano.

John Field (1782-1837), pianista importante de la época. Padre del nocturno, sus elegantes series de nocturnos fueron imitadas directamente por Chopin.

Aquí unas muestras de sus bonitos nocturnos y su concierto para piano nº 2. A la vista de esta música, no puede negarse su influencia en Chopin y en el piano romántico.



 

Hummel (1779-1837). Sus raíces están en el siglo XVIII y  fue alumno de Mozart. En Viena era considerado el único rival serio de Beethoven. Su septeto para piano, cuerdas y vientos incorporó un vocabulario armónico mucho más moderno y refinado que el de Schubert y un estilo de composición pianística que condujo directamente a Chopin. Hummel compuso varios conciertos para piano sobre todo el Concierto en la menor y el concierto para piano en mi menor de Chopin debe mucho al del Hummel. Oimos estos dos preciosos conciertos, poco escuchados e interpretados




 



Spohr (1784-1859) sobrevive hoy a causa de un solo concierto para violín, Gesangazene, pero en su tiempo realizó experimentos con las texturas cromáticas y se entendía que su música era sumamente audaz.

Muy significativo de la época, dramático y lirico a la vez. Una obra seductora.

Violin concerto № 8 in A minor op. 47 (part 2)


 

El Romanticismo literario y su obsesion por la musica


El romanticismo literario es un movimiento que  aparece en Alemania y en Inglaterra en el último cuarto del siglo XVIII y poco a poco va ganando terreno en toda Europa. Pocas veces en la historia de la música, podemos asistir a una unión entre el fenómeno literario y el musical. El siglo XIX y el romanticismo literario  sentirán obsesión por la  música. El sentimiento será reciproco, pues como veremos la música se llenará de significado literario.

Goethe, (1749-1832) escribe en 1774 Werther y en 1790 su Fausto, permanente fuente de inspiración y obsesión de los músicos románticos. La obra de los grandes poetas ingleses (Byron, Shelley, Keats) se sitúa en el primer cuarto del siglo XIX. En Francia, la época romántica ya anunciada por Rousseau empieza hacia 1820 con la  publicación de las Meditaciones de Lamartine y dura hasta 1850. Chateaubriand (1768-1848) es el principal iniciador, sin olvidar el prefacio de Cromwell 1827 de Víctor Hugo.

Pintores y escritores participan de una transformación del gusto artístico. La música sigue la tendencia y  durante toda la primera mitad del siglo XIX se produce una verdadera revolución en el terreno musical. Sobre todo se va a manifestar en los países germánicos, pero cada nación participará en mayor o menor medida con sus particulares tendencias, muchas de ellas a través del nacionalismo, hijo del romanticismo

De  forma  general, el romanticismo sustituye la perfección abstracta del clasicismo, a veces algo fría, por un lirismo que no es otra cosa que una manifestación del individualismo que empuja y mueve al artista a reflejar en su obra, sus sentimientos, sus estados de ánimo, sus alegrías y sus penas y a colocar la sensibilidad y la imaginación por encima de la razón.
 
Situado en la unión de dos épocas con tendencias totalmente opuestas, Beethoven experimenta en sus primeras composiciones la perfección clásica. Al final de su vida contribuye al nacimiento de un arte que convulsionará todas las costumbres musicales. Sus sucesores adoptan este nuevo estilo y se dejan seducir por la libertad de expresión y el gusto por lo fantástico y legendario que caracterizan esencialmente el genio romántico alemán.

En el puro terreno estético, solo la música puede reunir las condiciones pedidas por los románticos; La libertad interior frente a la forma hecha, la proyección sentimental, el regusto en la melancolía, solo encuentra cauce en los músicos románticos.

 
Hegel plantea genialmente en su “Estética” la distinción entre el arte clásico y el arte romántico; cuando Hegel percibe en el arte romántico la expresión de la historia íntima del alma, se ha dado el gran paso para la apoteosis de la música romántica. De su estética a la de Kant hay un abismo. Para Hegel la música es arte del sentimiento; consideraba el sonido como un simple medio de transmisiones sin valor propio, puesto que su carácter consiste precisamente en destruirse y aniquilarse conforme se produce, quedando solo su resonancia en las profundidades del alma.

La música se concibe como un modo de liberación del neoclasicismo y como instrumento  de comprensión de la naturaleza. Solo en  la música puede conocerse la naturaleza. Ninguno comprenderá la naturaleza si no posee un órgano especial para ello, capaz de sentir la alegría innata del Creador.

Todo el significado del arte para Schopenhauer, se agota en la mera concentración del interés en el aspecto de representación, refugiándose en el único mundo donde la voluntad y el dolor no pueden llegar.

La música es una imagen de la voluntad misma, de sus disonancias, de sus extravíos y de su ansia insaciable de búsqueda de solución y redención. Es la realidad más perfecta, más fundamental, más general, pero está lejos de la realidad misma. En la doctrina de Schopenhauer encuentra la música romántica su exaltación más apoteósica y más peligrosa a la vez: es una doctrina que junta en sí, sin separación, la hermosura de la música y el peligro de esa hermosura.

Si los escritores románticos, los alemanes de manera especial, se sienten como en su casa cuando de música se habla, los músicos paralelamente, aparecen llenos de inquietudes literarias. Después de las geniales intuiciones de Beethoven, alguna de las cuales puede servir de símbolo al romanticismo, los músicos alemanes defienden desde el periódico, desde las revistas, desde los mismos libros, sus teorías.

No se trataba de una mera especulación musical que tan bien manejaban los clásicos; la literatura musical en manos de Berlioz, de Weber, de Schumann,  baja a terrenos más directamente polémicos, donde se defienden no ya teorías, sino otras concepciones del mundo.

Antes del apogeo Wagneriano, Schumann simboliza como nadie este factor literario, compañero de la creación musical.

En Alemania, la generación que forma el llamado primer  romanticismo alemán aparece obsesionada con la música. Los poetas y escritores alemanes se lanzan a la exaltación de la música, (Novalis, Tieck, Górres) todos han dicho similares palabras. Los dos términos que el romanticismo tan bien conjuga, amor y noche, solo parecen encontrar en la musica un vehículo apropiado de expresión.

 
La unión de música y amor es fundamental para darse cuenta de esa especie de predestinación musical del romanticismo. “Todo es música cuando se mira con los ojos del amor”. “El amor piensa con sonidos tiernos,” dice Tieck.  Goethe habla en el poema elegiaco Marienbad de la doble felicidad de los sonidos y del amor. La música es sinónimo de la electricidad; la música es la transfiguración de la naturaleza; la música es el campo eléctrico sobre el cual vive y crea el espíritu.
Goethe ha contestado en romántico a estas palabras: “La música nos da el presentimiento de un mundo más perfecto que los sonidos expresan balbuciendo.” “La vida es la música del alma.”  “Por el templo de la música nos acercamos a la Divinidad y en ella encontramos la verdadera resurrección.”

Los autores del romanticismo que muchos  son también músicos, como Hoffman o como Ludwig han creado figuras netamente románticas, donde la música organiza un mundo nuevo con sus ángeles y demonios.

Las imprecisiones de concepto, la nebulosa vertida por los poetas en torno a la música favoreció la ascensión de ésta. Si antes se amparaban en el llamado estado poético todos los vuelos idealistas,  ahora parecen monopolizados en el estado de ensueño que solo la música crea. Esta indeterminación aparece favorecida también por la mezcla romántica de las artes y la no menos romántica y germana pretensión de sintetizarlas en una sola, aún antes de Wagner.

Pero estos caracteres de indeterminación y de mezcla en los generos artísticos han repugnado siempre al espíritu francés. No podemos encontrar pues un paralelo francés a la eclosión de la música entre los poetas románticos alemanes.

Hasta la polémica wagneriana, hasta la famosa carta de Baudelaire a Wagner, los escritores franceses, la misma George Sand, no profundizan en la música. Realmente la indiferencia musical de la elite intelectual francesa tenía una excusa en la debilidad de los compositores de renombre. Berlioz es totalmente incomprendido; se amaba la música como un objeto curioso,  decorativo y  sin importancia, y eso era realmente. La vida musical parisiense gira en torno a tres virtuosismos: el operístico, el instrumental  y el de la danza. La literatura escrita en torno a ellos es una literatura ingeniosa, brillante, tierna a veces y superficial siempre. Este estado de cosas empieza a cambiar con el Fausto de Gounod y Carmen de Bizet  pero sobre todo con la escuela de Cesar Franck.

Tampoco se da en Francia una vuelta tan apasionada hacia Shakespeare como se da en Alemania. Las metáforas musicales más bella del dramaturgo inglés toman cuerpo entre los románticos alemanes, siendo en Francia el influjo mucho menor.

En Inglaterra, durante la primera mitad del siglo los escritores encuentran un fácil terreno musical en el comentario operístico. Podemos hablar de una literatura hecha en torno al prestigio de la voz humana. La poesía de Shelley expresa maravillosamente el encanto de la voz humana. Sus versos sirven de norma a las alusiones musicales de un par de generaciones, por lo menos.

Coleridge maneja alusiones musicales muy emparentadas con el romanticismo alemán mezcladas con un  sentido para lo fantástico, con la apreciación de ruidos y voces de la naturaleza. Carlyle se expresa también en tono nebuloso: “todas las cosas intimas son melodiosas y se expresan naturalmente por el canto.”

En Newman que era un excelente violinista, se concilian romanticismo, técnica y una finura sentimental que le impiden caer en las apasionadas pseudoteologicas de los románticos alemanes.

Edgar Poe es el escritor de la lengua inglesa que mejor representa los anhelos fantásticos del romanticismo. Fiel al más puro romanticismo, asigna a la música el sentido de lo impreciso y de lo irreal. “yo sé que la imprecisión es un elemento de la música romántica; la música necesita liberarse de toda precisión excesiva, de todo tono determinado, si no se la quiere despojar de un golpe de su carácter etéreo, ideal, con lo que perdería lo más característico de su poder.”

Poe trabaja en ese reino de lo fantástico, en ese mundo musical con ángeles y demonios tan bien expresado por Hoffmann. Los personajes de Hoffmann y los de Poe hacen compañía a toda la música romántica con ese tránsito continuo entre el mundo real y el irreal.

 
Belleza,  Naturaleza, Música y  Amor, cuatro expresiones que siempre han estado presentes en la historia de la música pero que solo en este movimiento literario se convierten en atributos todas ellas  juntas de la Divinidad romántica.

 

sábado, 26 de abril de 2014

Musica española en el siglo XVIII


Influencia del italianismo en la musica española del siglo XVIII y reacción al mismo
El Siglo XVIII es el siglo de la música italiana. Junto a la invasión del melodrama se presentan ya típicas reacciones de nacionalidades musicales.

Sin embrago no este el caso de España. En general el panorama musical español es modesto. Todo lo que en Europa tiene aire de gran polémica se da en España, pero minimizado. La celebridad por ejemplo de Esteban Arteaga está reducida en el panorama de la ópera Italiana y sus concepciones nada tienen que ver con reacciones típicamente españolas.

La música religiosa sigue siendo el centro en torno al cual giran todas las polémicas. Aun en el siglo XVIII se sigue viviendo de la polifonía clásica. El P. Feijoo reacciona contra el italianismo y propugna la sencillez en el canto eclesiástico.

La reacción española frente al italianismo no tiene pues aires de grandeza. La misma tonadilla se presenta como reacción casticista, peldaño inferior siempre al del nacionalismo. No se daban las condiciones necesarias para una reacción enérgica.

 Solo al terminar esta época, con Goya por una parte y con Manuel García por otra, adquiere lo español fuerza de originalidad. Desde la mitad del siglo XVIII la canción y la danza van tomando caracteres de específica singularidad y Andalucía tiene ya un repertorio del que va a nutrirse todo el españolismo del siglo XIX.

 
El Teatro: La Tonadilla.

 No contamos con materiales suficientes para una historia del teatro lirico en los siglos XVII y XVIII. Subirá nos da un análisis de “celos del aire matan” de Calderón de la Barca , y se conserva la música del primer acto, de Juan Hidalgo. La música de Hidalgo enuncia con toda claridad el tipo de recitado, pero no dibuja el tipo de aria.

Aquí tenemos ya la zarzuela, genero mixto de palabra y canto pero no apto para presentarla como germen de lo que después querrá ser la opera española y de lo que fue la zarzuela en el siglo XIX.

Con la llegada de los Borbones, el italianismo invade la vida musical española. El cantante Farinelli, llega a ser protagonista de la vida política. El año 1703 viene a Madrid la primera compañía italiana de ópera y desde entonces se plantea la lucha entre los dos teatros.

 
No puede olvidarse que los mismos compositores españoles se pliegan totalmente al patrón italiano. Paralelamente la guitarra de Fernando Sor (1778-1839) recoge toda la música dieciochesca y el instrumento español cumple una perfecta misión cortesana.

 La tonadilla, típico teatro español del siglo XVIII, tiene su origen en los clásicos entremeses del teatro español. Asume en el siglo XVIII aires de descarada y castiza protesta contra el italianismo, y es un episodio más de aquella lucha divertida y pequeña que políticamente simboliza el motín de Esquilache.

 Don Ramón de la Cruz, al construir obras de Teatro despojadas de toda mitología, obras de costumbres, prestó su inestimable apoyo al teatro lirico popular. Entre el italianismo, los entremeses, las danzas y el sainete, se fragua la tonadilla escénica, que sin lograr un acento de hondo nacionalismo, tiene la viveza, la gracia, el donaire de lo espontaneo.

 La tonadilla es una breve obra de teatro, un monologo a veces, montado sobre caricatura de costumbres de la época. Usa  la orquesta como acompañamiento, desterrando la guitarra. Lo que más puede interesar hoy no es el italianismo en su acompañamiento sino los acentos populares, las danzas, la adaptación lirica al verso castellano.

La gran zarzuela del Siglo XIX, la menos italianizada, la que da origen al género chico, la más teatral por tanto, encuentra su fuente de vitalidad en la tonadilla, cuyo estudio debemos a  Subirá y Cotarelo.

 
La Música instrumental.

Tarde y muy débilmente, llega la música de Viena. La música de cámara de Carlos IV, que gustaba de tocar en el cuarteto, recoge un poco de la corriente europea simbolizada en Haydn.

Es cierto que una serie de catástrofes hacen casi imposible la formación de un panorama de la música instrumental en siglo XVIII, catástrofes que resume así Anglés : “ Con la quema del Palacio Real de Madrid en 1734 y la del conservatorio madrileño con su riquísimo archivo musical y con la repetida quema del teatro de Santa Cruz en Barcelona, de los archivos musicales de Montserrat a principios del siglo XIX, durante las guerras napoleónicas, y la de tantos monasterios  españoles del año 1835, se redujo a cenizas el patrimonio instrumental de nuestra música del siglo XVII y XVIII.”

Las capillas de las catedrales siguen siendo el centro de la actividad musical.

Los organistas pasan un poco a segundo plano, derrotados por la entrada de las orquestas. Fray Antonio Soler (1729-1783) es la figura más interesante del siglo. Sus obras de clavecín y de órgano recogen con mucha personalidad y no sin algún rasgo de casticismo el estilo italiano. Maestro de capilla del Escorial, hace también muy digna y muy fina música religiosa. Las sonatas y los quintetos se incluyen en la mejor música de la época. De las sonatas del padre Soler a las de Mateo Albeniz, por ejemplo hay una misma línea de italianismo con una pequeña progresión hacia expresiones más castizas.

En cuanto a la estancia madrileña de Doménico Scarlatti  y de Boccherini,  aún está  por hacer respecto del primero un estudio de su españolismo, estudio que ha tentado a Manuel de Falla y a Joaquín Rodrigo. Ese españolismo ha permitido dar un cariz especial a toda la música española del siglo XX. Menos influencia tuvo en este sentido la música de Boccherini, aunque en el aspecto puramente instrumental la música de cámara española durante todo el siglo XIX, gire en torno a ese pálido neoclasicismo que solo en el malogrado Juan Crisóstomo Arriaga estuvo a punto de superarse.

martes, 22 de abril de 2014

Haydn - Analisis de sus sinfonias. Estilo musical


Análisis de las Sinfonías de Haydn: Periodos

  • Las sinfonías entre 1761 a 1765. (primeras sinfonías) números 6, 7 y 8
  • Las sinfonía de 1776 a 1774. Es la época expresiva de la llamada crisis romántica o del Sturm und Drang (sentido y sensibilidad).Números 42, 44 (Fúnebre), 45 (Los Adioses), 49 (La Pasión)
  • Las sinfonías de 1775 a 1784 (periodo galante). Numero 53 (La Imperial y 73 ( La Caza)
  • Las seis sinfonías parisienses, números 82 a 87 (1785-1786) Estas sinfonías de Haydn desde la primera parisiense hasta la última londinense, forman un total de veintitrés obras maestras de una gran variedad e incluso describen una extraordinaria curva ascendente.
  • Las cinco sinfonías Tost y de Ogny,  números 88-92 (1787-1789). Después de las parisienses Haydn destina otras cinco sinfonías a la capital francesa. De las cinco, las números 88  en sol mayor y la 92 en sol mayor (Oxford) son las más celebres de Haydn.
  • Las doce sinfonías londinenses números 93 a 104. En las sinfonías londinenses consigue el autor un carácter majestuoso La maestría de Haydn había llegado a su cénit y el desarrollo de la forma sinfónica había preparado el advenimiento de Beethoven.






Se ha repetido muchas veces que Haydn fue el creador de la sinfonía y del cuarteto de cuerda. Si esto es muy aceptado en cuanto a lo primero hay unanimidad en cuanto a lo segundo.

Antes de Haydn se habían escrito sinfonías, no solamente en Mannheim, sino en otros lugares como Viena.  Johann Stamitz, autor de numerosas sinfonías, muere en 1757, justo en el momento en que Haydn comenzaba a consagrarse en ese género. Es con Haydn, cuando la estructura de la sinfonía en cuatro movimientos se va imponiendo. Los predecesores y precursores inmediatos a Haydn fueron más bien austriacos y vieneses y miembros de la escuela de Mannheim.

A través de sus 104 sinfonías es como mejor se puede seguir la evolución; no las escribió ni al comienzo, ni al final de su carrera (que se extiende de 1750 a 1803). La primera data de 1759 y la ultima de 1795.

Periodos:

Las sinfonías entre 1761 a 1765.

Progresivamente la escritura de carácter solístico fue desapareciendo de las sinfonías haydianas.

Durante sus cinco primeros años con los príncipes de Esterhazy es el género de la sinfonía el que acapara esencialmente la atención de Haydn en el terreno instrumental. A partir de 1761, logra un éxito magistral con las tres obras maestras de este periodo  que son la sinfonía nº 6 en re (la mañana), la nº 7 en do (El Mediodía) y la nº 8 en sol (La Noche).

Uno de los rasgos más sorprendentes de estas sinfonías es la presencia continua de instrumentos solistas, lo que las acerca al antiguo concerto grosso: el violín, dos incluso en el Mediodía y la Noche, violoncelo y contrabajo). Además hay otros rasgos que unen esta trilogía con el pasado barroco: notas repetidas en los bajos, ritmos con puntillo. En los últimos compases del movimiento lento de la Mañana, se ha visto una especie de homenaje al estilo de Corelli.
Estas tres sinfonías son una síntesis brillante de la sinfonía (gran maestría de la forma sonata), del concertó grosso para solista, del divertimento e incluso de la suite (el Mediodía tiene hasta cinco movimientos). Las tres sinfonías tienen el rostro de Jano: aparecen enraizadas en el pasado barroco, pero miran ya hacia el futuro haydiano.

Las sinfonía de 1776 a 1774.

Hacia 1766 la producción de Haydn se diversifica y profundiza en el plano expresivo. Se carga de una significación y dimensiones totalmente nuevas. Se observa un retorno importante a la polifonía y un uso bastante frecuente del modo menor.

Es la época de la llamada crisis romántica o del Sturm und Drang (sentido y sensibilidad)  y en la que se encuentran obras de  las más grandes  Haydn escribió. 

Las primeras en modo menor son,  en re menor, la nº 39,  la nº 49, en fa menor (La Pasión). Hay que señalar que la tonalidad de fa menor tiene siempre para Haydn una significación muy especial, tanto en su muisca instrumental como vocal. Esta tonalidad fue para él, lo que fue la de sol menor para Mozart o la de do menor para Beethoven.

 La nº 26 en re menor (las Lamentaciones). También escribe otras en modo mayor, nº 48 María Teresa,  la vigorosa nº 36 en si bemol.


La imponente nº 42 en re, abre la serie de las grandes obras del apogeo del Sturm und Drang. La nº 65, resplandeciente, teatral; la nº 64 un precioso documento íntimo. La nº 56 en do, que lleva el resplandor del do mayor a unas alturas insospechadas. La extraordinaria nº 44 en mi menor (Fúnebre) simboliza por si sola todo el periodo del Sturm und Drang.  La nº 45 en fa sostenido menor (Los Adioses) de las mayores y  más celebres de Haydn. La nº 46 en si mayor. La nº 47 en sol  mayor, una de las más luminosas de Haydn.

Symphony nº 65 in A major - Austro Hungarian
Haydn: Symphony No.44 - Haitink Chicago Symphony Orchestra funebre

Las sinfonías de 1775 a 1784

Con relación  a la extraordinaria floración que se produce en la etapa anterior, su producción sinfonía marca un ligero retroceso cuantitativo y cualitativo en este periodo. Se suele llamar a este periodo, el periodo galante, lo cual es verdad si por estilo galante se entiende la seducción melódica o variación ornamental. Pero estos rasgos de estilo  que se multiplicaron en Haydn y Mozart a partir de 1775, están lejos de poder definirlos por si solos. Sobre todo, porque más tarde, se convirtieron en parte integrante del clasicismo vienés en su apogeo. Las posteriores sinfonías parisienses y londinenses son inconcebibles sin las sinfonías de este periodo.

La sinfonía nº 67 en fa menor.  La sinfonía n º 70 en re mayor.  La sinfonía 53 en re mayor (La Imperial). La numero 68 (La Roxolane) La n º 73 en re mayor, celebre  (La Caza),  la nº 77  en si bemol mayor.

Symphony No. 70 in D major

Symphony No. 53 "L'impériale" in D major-Austro - Hungarian Haydn Orchestra

Symphony No. 68 in B flat major, Austro-Hungarian Haydn Orchestra, Adam Fischer
Symphony No. 77 in B flat major-Austro-Hungarian Haydn Orchestra, Adam Fischer

 
Las seis sinfonías parisienses, números 82 a 87 ( 1785-1786 )

Hacia el año 1780, Haydn no compone para Esterhazy más que música instrumental. A partir de 1784-1785 destina sus tríos, sus cuartetos y sinfonías al mundo exterior: organizadores de conciertos y, sobre todo editores de Viena Paris y Londres.

También recibe encargos del exterior. De parís en 1784-1785, las Sinfonías Parisienses; de España un año más tarde, las Siete Palabras De Cristo. Y todo llega en el mejor momento para Haydn. Su aislamiento casi completo, agravado por el hecho de que su príncipe solo solicita de él música instrumental, podía perjudicar las calidad de su inspiración, incluso acabar con ella, pero no fue así. No solo porque el príncipe le proporciona sustanciosos dividendos sino también porque le fuerza a escribir para un público anónimo, tríos, sonatas cuartetos y sinfonías. Todo ello le permite a Haydn sobrevivir y continuar evolucionando.

Estas sinfonías contienen un uso más libre y más acusado de cromatismo, al tiempo que muestran la admirable maestría del compositor.

Estas sinfonías de Haydn desde la primera parisiense hasta la última londinense, forman un total de veintitrés obras maestras de una gran variedad e incluso describen una extraordinaria curva ascendente.

Constituyen, con las seis últimas sinfonías de Mozart (antes de que Beethoven recoja el testigo) el apogeo de la sinfonía clásica vienesa.

Sinfonía en nº 87 en la mayor

Sinfonía nº 85 en si bemol mayor (La Reina de Francia). Es la obra que más se ejecuta de todas las parisienses. Se dice que en Paris fue especialmente apreciada por María Antonieta. Por su síntesis magistral de elegancia y vigor, de lo sabio y popular, la sinfonía la Reina ilustra los fastos de una época que tocaba a su fin, el Antiguo Régimen, sin olvidar a aquellos que más o menos, se encontraban excluidos de estos fastos.

Sinfonía nº 86 en re mayor. Puede considerarse la mayor de todas las sinfonías parisienses. Su movimiento lento es el más profundo y original de los seis.

Sinfonía nº 82 en do mayor (el Oso). Con un carácter muy marcial, en su primer movimiento, Vivace assai, suenan unos acordes violentamente disonantes que anuncian los del primer movimiento de la sinfonía Heroica de Beethoven.

Las cinco sinfonías Tost y de Ogny,  números 88-92 ( 1787-1789).

Después de las parisienses Haydn destina otras cinco sinfonías a la capital francesa. De las cinco, las números 88  en sol mayor y la 92 en sol mayor (Oxford) son las más celebres de Haydn.

La numero 88 Oxford  (1787) es la más vigorosamente concentrada sinfonía que haya salido de la pluma de un sinfonista. Cualidad debida al estricto monotematismo de cada uno de los movimientos y a una libertad formal que permite exponer un máximo de cosas en un mínimo de tiempo.

De su magnífico largo, decía Brahms: “quisiera que mi novena sinfonía fuera así….” Una simplicidad a primera vista que enmascara una enorme complejidad. El minueto (allegretto) es una danza campesina de un vigor poco corriente que bien podría compararse a un cuadro de Brueghel el Viejo. El final (allegro con spirito) es el segundo gran rondó sinfónico de Haydn, junto con el de la Sinfonía nº 85. El magistral y enérgico canon central y los efectos cómicos del final de la sinfonía ilustran hasta que punto Haydn integra los elementos populares en un estilo cada vez más sabio y evolucionado.

Symphony No 88 G major

Symphony no.88 G major (complete) Jan Mikolas

 
La numero 92 (Oxford). Esta obra, la última compuesta en Estheraza (1789) es también la mayor. Más tarde será igualada pero no superada. Fue con esta sinfonía con la que Haydn inauguró su primera temporada londinense y la que se escuchó en Oxford la víspera en que fue nombrado doctor Honoris causa de esta ciudad.

Es a la vez una de las más bellas y de las más sutilmente organizadas en el plano formal. La impresión de amplitud producida por el extraordinario primer movimiento se debe sobre todo a la prodigiosa extensión de la forma sonata. Beethoven al escribir el de la sinfonía Heroica no pudo olvidar un primer movimiento como este.

Symphony 92 ' Oxford '- Janshon

Symphony No 92 G major Oxford Leonard Bernstein Wiener Philarmoniker

 
Las doce sinfonías londinenses números 93 a 104.

Los dos viajes a Londres (1791-1792 y 1794-1795) cambian la vida de Haydn. Gracias a estos viajes y cambios, Haydn se encuentra al fin en contacto directo con el público nuevo de las salas de concierto. Era indispensable, para que estas dos estancias en Londres fueran coronadas por el éxito y entrasen en la historia de la música, que los nuevos datos correspondieran a nueva música. Haydn lo sabía, aceptó el desafío y lo ganó.

Cuando Haydn cumplía en Londres 60 años 1792, Mozart acababa de morir y su influencia internacional no había llegado aún. Pero en muchos aspectos y sobre todo por sus sonoridades, las sinfonías londinenses están más alejadas de Mozart que muchas partituras Haydianas de 1788 y 1790.

Las sinfonías londinenses están animadas de un frenesí, de una novedad, de una vena experimental que recuerda la juventud de Haydn. Las doce sinfonías londinenses son una síntesis cada vez más lograda de elementos y sentimientos extremos: virtuosísimo orquestal, profundidad, libertad soberana de la forma, coherencia a todos los niveles.

La sinfonía nº104 (1795)  fue la última que compuso Haydn.  Con ella abandonaba un género que le había ocupado durante cuarenta años. Durante los catorce años que le quedaban escribió música de cámara (cuartetos, tríos) y coral (misas y oratorios) pero no compuso ni una sola sinfonía.
Sinfonía nº 95 en do menor. Su movimiento final recuerda por sus episodios fugados el de la sinfonía júpiter de Mozart. Obra entonces desconocida pero de la que Haydn seguro había leído el manuscrito. Ningún crítico deja de comparar las dos páginas en lo que concierne a la escritura fugada.

Symphonie no 95 en do mineur - Antal Dorati Philharmonia Hungarica

Sinfonía nº 93 en re mayor y la numero  94 son las primeras sinfonías escritas por Haydn después de la lección aprendida gracias a su contacto con los músicos, el público y la prensa de Londres. De hecho son aún más espectaculares y sobre todo más homogéneas que las dos anteriores.

Por su forma y sonoridad, la sinfonía nº 93 vuelve la espalda a Mozart. Es muy apreciada por los Haydinianos convencidos. Su introducción adagio comienza fortissimo con un unísono de toda la orquesta sobre tres res. Nadie había comenzado nunca así una sinfonía


Sinfonía nº 94 en sol mayor (La Sorpresa). Se opone por su elegancia y virtuosismo a la grandeza un poco ruda de la nº 93. La sinfonía La Sorpresa se convirtió rápidamente en una de las sinfonías más populares de Haydn, especialmente en Viena. En su célebre andante se produce el famoso acorde destinado a despertar a las damas dormidas en los conciertos. Después de la primera audición un periódico londinense escribía a propósito de él la palabra “sorpresa.” En los países germánicos lleva el nombre de Sinfonía del golpe de timbal, del golpe de cañón o de tambor.

Symphony No. 94 in G major 'Suprise'

Sinfonía nº 98 en si bemol mayor. Es una de las mayores a causa de su extensión final y de las más serias entre las londinenses. Uno de sus mayores admiradores fue Beethoven que compro el manuscrito autógrafo después de la muerte de Haydn y que se inspiró en ella para componer su cuarta sinfonía, también en si bemol.

El musicólogo británico Donald Tovey ha visto en esta magnífica obra una especie de réquiem a la memoria de Mozart cuya muerte acababa de conocer Haydn cunado estaba componiendo esta obra. De hecho encontramos en ella una casi cita del andante de la sinfonía júpiter, pero sobre todo vemos que en ella reina una infinita tristeza.

El desarrollo del primer movimiento es contrapuntístico y de una extrema violencia. Después de él vuelve la melodía inicial pero esta vez acompañada de un solo violoncelo que la transforma en lamentación. Seis compases antes del final reaparece en los oboes y el fagot solo, sostenida por un acorde disonante.

Symphony No 98 B Flat major

Sinfonía nº 99 en mi bemol mayor
Fue compuesta por Haydn en Austria cuando daba lecciones a Beethoven. La introducción, Adagio, sobrepasa, no en dimensiones pero si en profundidad y en amplitud expresivas, todas las precedentes de Haydn, salvo quizás la numero 92. A causa de su acorde inicial en mi bemol, tocado fuerte por todos los instrumentos, nos hace pensar en el quinto concierto para piano de Beethoven. Igual que la sinfonía n 92, el primer movimiento de la sinfonía 99 anuncia de cerca el de la sinfonía Heroica de Beethoven.

El adagio es uno de los movimientos lentos más bellos que se hayan escrito jamás

Symphony No. 99 in E-flat major

Sinfonía nº 100 (Militar) El segundo movimiento se tomó bastante en serio en Londres en 1794 y no sin razón, ya que se encontraba en  guerra contra la Francia revolucionaria. Un periódico después de haber señalado que hasta las damas no pudieron abstenerse de aplaudir, habla de “partir hacia la batalla, de marcha de soldados, de trueno del asalto, de choque de armas, de gemidos de los heridos y de rugido infernal de la guerra.” Después de este movimiento, Haydn coloca un tercer movimiento bastante lento, hecho que repetirá Beethoven en su octava sinfonía.

Joseph Haydn - Symphony No. 100 in G major "Military"

Sinfonía nº 101 (El Reloj) Con una introducción en modo menor. Nunca Haydn había comenzado una sinfonía con tanto misterio.

Symphony No. 101 in D major "The Clock"- Sir Charles Mackerras and the Orchestra of St. Luke's.

Sinfonía nº 102 en si bemol mayor. La introducción es lenta y misteriosa a la vez comienza con un si bemol tocado por todos los instrumentos a la vez ( crescendo, después decrescendo), principio que anuncia ya el de la creación.
Joseph Haydn - Symphony No. 102 in B-flat major

Haydn-Symphony No.102-Mov.4/4

Sinfonía nº 103 en mi bemol mayor. El redoble de Timbal. Su introducción con un solo de timbales es una de las más extrañas de toda la literatura sinfonía. Su segundo movimiento (andante piu tosto allegretto) por su aire de marcha lenta con resonancias eslavas, anuncia ya mucho a Schubert y Mahler. Es en páginas tales como el final ( allegro con spirito) de esta sinfonía , verdadera proeza, donde Beethoven aprendió a escribir los largos movimientos sobre un tema único sin que decaiga la atención y evitando repeticiones textuales.

Haydn Symphony Nº 103 H. I:100 G major "Military" "Militär

En las sinfonías londinenses consigue el autor un carácter majestuoso valiéndose de introducciones lentas a los movimientos iniciales, aspecto distinto al similar carácter de algunas sinfonías anteriores. Por supuesto, la materia musical es ahora mucho más sustanciosa. Haydn ha engrandado la orquestra y ha depurado todavía más la escritura instrumental. Ya los violoncelos no serán inseparables de los contrabajos, los instrumentos de viento participan elocuentemente en los movimientos lentos y los contrastes sonoros son más evidentes. La maestría de Haydn había llegado a su cénit y el desarrollo de la forma sinfónica había preparado el advenimiento de Beethoven.

Sinfonía nº 104 en re mayor. ( Londres )

Symphony No. 104 - London

 
Estilo musical de Haydn

El cuadro de la forma sonata, se aplica fecundamente a las sinfonías y los cuartetos. Sobre una segura unidad tonal, la melodía de Haydn surge fresca, sencilla y sin aspavientos que define una época entera de la música alemana.

Por un lado es popular, por su línea clarísima y por otro es cortesana, por su orden, por su rebeldía a convulsiones, por la misma ligereza que no es superficialidad. Desenvuelve en un cuadro precioso de formas las cosas mejores, la emoción más delicada que el tiempo pedía a la música italiana. Melodía, forma y un alegre sentido de la instrumentación dan a sus sinfonías un encanto imperecedero.

En las sinfonías, sus vigorosos movimientos de minué de estilo campesino que tanto influyeron sobre los scherzos de Beethoven, eran mirados con desdén por entender que se trataba de fragmentos comunes o vulgares.

La contribución técnica más grande de Haydn fue junto a la composición de sus cuartetos, la consolidación de la forma sonata. En sus primeros años se satisfizo componiendo música melodiosa que exhibía escaso desarrollo, a veces ninguno. Por así decirlo eran arias para instrumentos. Pero a medida que se desarrolló, y que se familiarizó con la obra de C.P.E Bach, la escuela de Mannheim y la escuela vienesa temprana, perfeccionó el principio de la sonata mucho más que cualquiera de los restantes compositores Europeos.

Durante la década de 1770, Haydn vivió la época del Sturm und Drang y en estos años Haydn compuso música apelando a claves poco usuales (fa menor, mi menor, fa sostenido menor, si mayor. En todos los casos claves de tipo romántico. Puede afirmarse que su selección de claves es más audaz que la de Mozart, si bien Mozart se muestra más audaz dentro de la clave.)

A partir de 1780, ya se aprecia un estilo claro, un sentimiento de optimismo, una melodía de acento masculino, una textura armónica de sorprendente riqueza y una alegría sin rodeos  en la composición. El rococó ha quedado muy atrás; estamos en presencia del clasicismo más puro, y la musica adquiere un perfil grandioso.

Es difícil evocar la música de un compositor que aparezca igualmente desprovista del ingrediente neurótico (en este sentido, la única que podría asemejársele, es la de Dvorak). La música de Haydn es siempre equilibrada, saludable.

Tal vez carezca de la pasión que se advierte en Mozart, pero puede admitirse que la música de Haydn se mantiene en un plano consecuentemente tan elevado como la de Mozart, y quizá aún más alto, aunque nunca alcanzó las alturas de Mozart en sus obras de mayor fuerza. Desde aproximadamente 1780, hasta su muerte apenas existe una sinfonía, un cuarteto, una misa o un oratorio de Haydn que no merezca legítimamente el calificativo de obra maestra. La fertilidad de este hombre era sobrecogedora.